domingo, 11 de agosto de 2019

El retorno de la historia: hacia una nueva teología política.



Es obvio que no se cumplió el pronostico que Francis Fukuyama realizó en 1992 en su trabajada pero fallida idea de que la historia como lucha de ideologías se había acabado. ( El fin de la Historia y el último hombre, Barcelona, Planeta, 1992). En su lugar iba a comenzar según él, un sistema protagonizado por la democracia liberal que traería una prosperidad indiscutida pero a su vez las luchas ideológicas ya no tendrían sentido ya que la caída del muro de Berlín y la conversión de China hacia un capitalismo "comunista", aseguraban que las tensiones de la guerra fría ya eran agua pasada. 

Episodios como la guerra de Siria, el recrudecimiento del terrorismo islámico, la aparición de una nueva forma de Yihad que acabó protagonizando el Isis que produjo un terremoto humanitario de proporciones gigantescas aún irresuelto, demostró claramente que los laboratorios de las ciencias sociales cuando menos son inexactos y que para estas disciplinas son más favorables los análisis a posteriori. Podría decirse que sin embargo empezaban a notarse atisbos de verosimilitud de las propuestas de otra gran tesis intelectual que Samuel Huntington había desarrollado en su obra El Choque de civilizaciones (Paidós, Barcelona, 2004) , en la que pronosticaba con gran lujo de detalles que el mundo estaba dividido no ya por bloques ideológicos sino más bien por civilizaciones muy distintas en lo cultural y lo religioso, de nuevo el comunitarismo aparece, y que ello traería grandes consecuencias.

Todo ello sin tener en cuenta la gran crisis económica cuyos ecos aún resuenan en las bolsas y la economía real en todo occidente, que demostró que el capitalismo de casino que se había impuesto desde los despachos neoliberales tras el pacto de Washington, era un juego de la pirámide que podría desembocar en la caída del sistema financiero que salió tras la última guerra mundial. Cierto es que Keynes ya no nos acompaña y han tomado su puesto los herederos de Milton Friedman con las consecuencias conocidas. 

Una vez pasado el momento álgido de la crisis económica, se demuestra que ésta no está superada totalmente, ya que las estructuras del capital siguen prácticamente intactas aúnque con más controles de la economía especulativa, no habiéndose logrado el control sobre los capitales que vuelan a la velocidad de la luz a golpe de teclado vía informática. Es decir, la economía productiva, va a traspiés cada vez más grandes tras la economía especulativa, con los consiguientes problemas para la ciudadania especialmente en Europa.

¿por todo ello es obligado pensar que Fukuyama es un mal científico social?. Rotundamente no, tiene tras de sí una obra sólida y considerable, solo que erró en aquel momento en pensar que la caída del comunismo con la desaparición de la antigua URSS y la modificación de China, era suficiente para que el reloj de la historia se detuviera.  Pero su obra ha dejado por el contrario análisis e ideas que han permitido avanzar a otros teóricos en otra dirección partiendo de las premisas no cumplidas que él expuso. Así es la ciencia social, tras errores teóricos, se avanza sobre ellos y desde ellos.

A los problemas citados se ha unido la constatación de que Europa va a enfrentarse, mínimo hasta el final de la mitad del siglo XXI, a un reto que está sacudiendo con fuerza los principios políticos basados en los Derechos Humanos, como es la actitud a tomar ante una fuerza migratoria que proviene ya de Africa con una fuerza inusual y con terribles consecuencias para los inmigrantes que están muriendo en el Mediterraneo en un gran número ante la pasividad de la Unión Europea. Además la presión migratoria del Este y Asia hacia Europa comienza a desarrollarse en mayor medida, además de la más conocida inmigración hispano-americana.

Todo ello mezclado con la crisis de seguridad  que produce una ínfima minoría pero muy activa y peligrosa de radicales islámicos, a la que se añade la dificultad de crear empleos estables en algunas zonas como el sur de Europa y el gran numero de ya inmigrantes instalados en los países más ricos de Europa que comienza a trastocar el imaginario social de estos países.

Por estas causas entre otras comienzan a brotar los temidos brotes xenófobos y racistas en la práctica totalidad de los países europeos con un auge ya incontestable de nuevos partidos que proponen revisar las políticas de tolerancia que se han venido desarrollando en Europa desde mediados del siglo XX.

Ese coctel al que pueden añadirse bastante más ingredientes de menor calado, pero no por ello menos importantes, ya que suman en la dirección de acrecentar en mayor medida la sensación de fin de ciclo que parece advertirse.


Con todo ello en Europa pero también en Usa, el mundo desarrollado se enfrenta a una crisis sin precedentes de uno de sus principios y pilares básicos: La democracia. No se tiene en cuenta en este caso a Rusia o China, ya que la primera es claramente una democracia totalmente defectuosa y China es todo menos una democracia. Varios obras muy recientes de expertos en ciencia política, vienen advirtiendo con gran intensidad académica sobre este problema, entre otras: Yascha Mounk, El pueblo contra la democracia, Paidós, Barcelona, 2018; David Runciman, Así termina la democracia, Paidós, Barcelona, 2018Daniel Ziblatt y Steven Levitsky, Cómo mueren las democracias, Ariel, Barcelona, 2018.

No es casual que esas obras pertenezcan a la hornada de 2018, ya que durante ese año se ha demostrado que la irrupción de la presidencia de Donald Tromp, personajes como Mateo Salvini en Italia, la cada mayor fuerza electoral de Marine Le Pen en Francia, la aparición por primera vez en la democracia española de un partido como Vox con tintes similares a los anteriores o los radicales británicos anti-Brexit que ha venido comandando Boris Johnson en Reino Unido, está dibujando un panorama ciertamente preocupante.

Son nuevas obras que advierten de lo que ya había ya advertido Juan José Linz, (La quiebra de las democracias, Alianza Editorial, Madrid, 1987) o más posteriormente, José Vidal- Beneýto, (La corrupción de la democracia, La Catarata, Madrid, 2010) o Moisés Naim, (El fin del Poder, Debate, Barcelona, 2013).

¿Pero qué tiene que ver esa crisis de la democracia en los inicios del siglo XXI, con aquello que analizaron detalladamente en el siglo XX Carl Schmitt (Teología Política,Trotta, Madrid, 2009); Hans Bluemenberg (La legitimación de la Edad Moderna, Pretextos, Madrid, 2008); Eric Voegelin (Las religiones políticas, Trotra, Madrid, 2014) o Simon Critchley (La fe de los que no tiene fe. Experimentos de Teología política, Trotta, Madrid, 2017) ?.

Realmente bastante. Como acertadamente expone Jose Luis Villacañas en su prólogo a la citada obra de Carl Schmitt. Krabbe (H. Krabbe, Die Moderne Staatsidee, Sciencia, Aalen, 1969, pero editada en 1906 y posteriormente en 1919) ya habia advertido que: " Hoy no vivimos ya bajo el imperio de las personas, sean éstas naturales o jurídicas, sino bajo el imperio de normas, de fuerzas espirituales. Aquí es donde se nos revela la idea moderna del Estado". Advierte Villacañas, que ya Kelsen había pretendido ver en las tesis de Krabbe un apoyo a su teoría de la identidad del Estado y el orden jurídico, pero se equivocaba, ya que la metodología que expone Krabbe de la concepción del Estado se resume en su postulado donde señala que; " la teoría de la soberanía del Derecho es según se tome, ora la descripción de una situación realmente existente, ora un postulado a cuya realización se aspira". Es decir Krabbe remite al Derecho de nuevo a la tesis conocida de que regula la sociedad defectuosamente, mientras llega el deseado deber ser del Derecho, que hoy todavía no se ha alcanzado.

Hoy hay síntomas que coinciden plenamente por lo analizado por estos autores en sus obras, que no es otra cosa que la conversión de las ideologías en una especie de religiones laicas. donde sus seguidores sólo atienden consignas de sus líderes sin realizar la más mínima crítica a las tesis que estos exponen.  Es como si las organizaciones políticas actuales, tanto las de nuevo cuño como las históricas, hubieran pasado por el tamiz de una reconversión interna donde se exige adhesión incondicional a las tesis emanadas por los lideres, en una especie de reconocimiento " a la búlgara" de las propuestas que parten de las direcciones políticas. Todo ello, además favorecido por las redes sociales y sus mensajes sencillos como consignas. Sería una nueva etapa en lo que Umberto Eco en Apocalípticos e integrados (Debolsillo, Madrid, 2017, original de 1964) definia como la transformación que la cultura de masas que comenzaba a darse por la influencia de la publicidad, hoy exacerbada hasta límites insospechados por la influencia de internet y las redes sociales.

Esta nueva teología política, que tiene un viejo origen en Pablo de Tarso (entre el 51 y 62 d.c, exponía que el orden político tenía un indudable influencia religisoa) hoy vuelve a reaparecer con nuevos ropajes: el de los slogans en tuits cortos y contundentes, en Fake News, en declaraciones de los lideres de una sencillez rayana en el infantilismo obviando la gran mayoría de ellos, que problemas complejos no pueden tener soluciones simples y rápidas.

En el contexto actual los representantes políticos buscan no militantes o simpatizantes entre sus votantes, sino que por el contrario, buscan "fieles" que asuman las tesis "verdaderas de sus líderes", evitando la duda, la crítica o las propuestas moduladoras alternativas que los militantes o simpatizantes venían  desarrollando tras las guerras mundiales y en España tras 1978. Por el contrario, la uniformidad en los mensajes simples que buscan adeptos ha corrido como la pólvora y los ciudadanos en una gran parte, comienzan a preguntarse  de modo perplejo si sus líderes no ven propuesta alguna en los adversarios en la que puedan coincidir. Ello conlleva un gran peligro: la desconfianza en las instituciones democráticas y en el valor y papel real de los partidos políticos que globalmente van tendiendo a parecerse más a  religiones que a organizaciones políticas donde se someten a discusión las propuestas que emanan de la dirección y los lideres. Ello sin duda provoca una erosión continua en la democracia como sistema, que lejos de estabilizarse como un nuevo aspecto de la sociedad actual provoca que ésta poco a poco vaya perdiendo fuerza como sistema de orden social para cada vez mayores cuotas de la población.

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