"La ética española, la filosofía moral, le
pertenece por entero". Así destaca la importancia de Javier Muguerza en el
ámbito de la filosofía española, y especialmente en los campos de la ética y la
filosofía moral y política, Amelia Valcárcel en su artículo de homenaje en el
diario el País una vez conocida la noticia de su fallecimiento (Diario El País,
trajo con él la gracia, Amelia Valcárcel, 11-4-2018).
Efectivamente, no es exagerada la apreciación
sobre la importancia de Javier Muguerza. Es el hilo conductor de una nueva
ética refundada tras la guerra civil por José Luis López Aranguren, y
continuada con éxito por Adela Cortina, Victoria Camps, Amelia Valcárcel o
Manuel Cruz. Su posición filosófica ha servido de aliento a varias generaciones
que fueron viendo en los caminos que abría que se podía hacer una filosofía actual
más allá de la escolástica y la metafísica que copaban en los años 60-70 la
universidad española.
Se ha ocupado como pocos filósofos de la
problemática de cómo se trasladan al plano real los planteamientos teóricos filosóficos, es decir, cual es la
relación del derecho y su papel destacado en las propuestas que se realizan a
la sociedad para que la especulación teórica no acabe en un sinfín de ideas en
papel pero que no trascenderán a la realidad. Por ello, la verdadera
importancia de la filosofía de Muguerza, es que es una filosofía orientada al
orden práctico de la realidad social, pero que a su vez tiene la gran altura de
la textura teórica solo reservada a una filosofía que tiene sus raíces muy
asentadas en la corriente kantiana levemente modificada por la escuela de
Fráncfort en la que se formó en sus primeros años.
De ese modo, Muguerza fue dialogando con las
propuestas contractualistas que fueron apareciendo como la ética comunicativa
de Jürgen Habermas o las propuestas de la elección de políticas igualitarias de
John Rawls, para definitivamente modificar la ética preexistente, en la que José Luis López Aranguren había
comenzado el camino de su renovación para tratar de establecer en la ética
filosófica española una propuesta superadora de las tesis básicamente
religiosas que imperaban hasta el momento.
Aranguren, entendió bastante antes de las
postrimerías del franquismo que la filosofía ética no podía dar la espalda a la
realidad social o entonces realmente no sería filosofía, como búsqueda de la
verdad, en ese caso en el ámbito social, sino que sería otra cosa, que
divagaría sobre unas propuestas de base teológica cristiana que sin ser
desdeñables desde luego, no eran ni únicas ni superadoras de las realidades
sociales que se estaban dando en la sociedad. Fue la época de su expulsión de
la universidad conjuntamente con los profesores García Calvo y Tierno Galván,
por apoyar unas reivindicaciones estudiantiles.
En aquel espacio fue donde Muguerza fue fraguando
su postura filosófica que contribuye definitivamente a la renovación de la
filosofía ética española hacia territorios desacralizados y en consonancia con
las corrientes europeas del momento. Tuvo el enorme mérito de comprender las
propuestas de base marxista de la Escuela de Fráncfort, aprovechar la validez
de alguna de sus propuestas, pero no incardinarse y quedarse en ellas, lo que
le valió para realizar una filosofía de gran altura que no desdeñó las
enseñanzas de corrientes que pudieran aportar nuevos frentes de discusión creativa.
Así su filosofía además de apoyarse en los clásicos, tiene una raíz kantiana
innegable, en sus digresiones entre el ser y deber ser que son recurrentes en
su obra y que entiende que son necesarias para el avance renovador de las
propuestas filosóficas.
Esa es precisamente la verdadera aportación de
Javier Muguerza a la filosofía, entender que esta es un medio discursivo y
reflexivo que debe aportar propuestas que vayan modificando la estructura
social, para mejorar sin pausa la vida en sociedad. Sabe perfectamente que ese
proceso es muy lento, pero que es un proceso que una vez iniciado debe
continuarse para no caer en la esclerosis filosófica en la que tan
frecuentemente se cae, con propuestas circulares pero que realmente no avanzan
en lo imprescindible y necesario, el progreso ético.
Muguerza tenía una prosa muy clara y una
elegancia no rebuscada que hacía muy fácil la lectura de los textos, huía del
oscurantismo retórico tan habitual en filosofía, y una prueba de todo ello y de
su excelente humor se puede verificar en el artículo, De inconsolatione
philosophiae (incluido en el libro, Desde la perplejidad. Ensayos sobre
la ética, la razón y el diálogo, FCE, 1995) donde virtualmente hace un
retrato de las dudas sobre la filosofía que, como señala, asaltan de singular
manera a los practicantes de la disciplina, y entre cuyos peligros como avisa
desde sus primeras líneas es caer en planteamientos dogmáticos que de los nadie
de la disciplina está completamente libre. Este hecho es comprobable para
desgracia de la filosofía, pero es francamente difícil a veces abjurar del
propio pensamiento y ponerlo en duda. Al menos es incómodo seguramente.
Su aportación al campo del derecho, fue
importante, ya que consideraba a este como uno de los medios para la puesta en
marcha de las propuestas teóricas, hecho que quizá no se le haya agradecido
como se merecía, ya que no es precisamente frecuente como debería ser un
dialogo franco entre filósofos con independencia de la disciplina que
practiquen. Muguerza siempre entendió que la filosofía del Derecho
verdaderamente era una parte importante del edificio filosófico, aunque los
planes de enseñanza se hayan empeñado en separarla de las otras disciplinas
filosóficas.
En relación con el derecho y por tanto con su
filosofía realizó sino su principal aportación si quizá la más conocida y
también la más analizada por su trascendencia en la fundamentación de los
Derechos Humanos. Fue la llamada Alternativa del Disenso, que publicó en un
volumen que coordinó conjuntamente con Gregorio Peces-Barba, El fundamento de los
derechos humanos / coord. por Javier Muguerza
Carpintier, Gregorio Peces-Barba
Martínez, 1989.
Dicha propuesta fue muy novedosa para la época
en la que la discusión sobre la fundamentación sobre los derechos humanos tenía
una importancia trascendental ya que eran los años en que la democracia
española comenzaba a desarrollarse y estos derechos estaban en la base misma
del concepto de democracia, por lo que la búsqueda de sus fundamentos era una
herramienta necesaria precisamente para diseñar los cimientos de la incipiente
renovación social que se comenzaba a dar.
Las tendencias están excelentemente
desarrolladas en las aportaciones de los artículos contenidos en aquel libro,
donde se dieron cita filósofos y filósofos del Derecho con un único motivo:
analizar que eran los derechos humanos y como se fundamentaban. Nombres, entre
otros varios, como los del propio Muguerza, Elías Díaz, José Delgado Pinto, Benito de
Castro, Antonio Enrique Pérez-Luño, Gregorio Robles, Andrés Ollero, Gregorio
Peces-Barba, Victoria Camps, Adela Cortina, acompañaban los trabajos de jóvenes
filósofos del derecho de la época, como Francisco J. Laporta, Javier de Lucas,
Manuel Atienza, Ángel Llamas o Ignacio Ara que posteriormente todos ellos han
desarrollado una importante obra.
En aquel artículo, Muguerza ya avisa de su
independencia intelectual respecto de las tendencias integradoras del momento
sobre la fundamentación de los derechos humanos que se basaban en un consenso
general sobre que eran estos, aún las diferencias ideológicas y filosóficas de
los intervinientes, y sobre la base en la declaración universal de Derechos
Humanos de 1948.
Así Muguerza señala, muy adecuadamente y
adelantándose a lo que hoy se está ya viviendo, que los derechos humanos,
pueden no tener su base principal fundamentadora precisamente en un consenso
sobre estos de acuerdo a un texto legal internacional de indudable importancia,
sino precisamente al revés: que su fundamentación pueda asentarse en el respeto
a propuestas distintas minoritarias que aporten nuevas vías de discusión sobre
qué deben ser derechos humanos, más allá del acuerdo común. Es decir, que la
fundamentación de los mismos, precisamente puede y debe asentarse en, además de
los acuerdos comunes en el análisis y revisión de las propuestas minoritarias y
por tanto, en un término que gustaría a Muguerza, disidentes.
Se ve tras los años pasados de aquel artículo,
el trasluz de su filosofía. Para Muguerza la discusión y revisión permanente sobre lo que se cree ya
asentado es totalmente necesaria, para su mejora y renovación. Es lo que ya se
ha señalado anteriormente sobre su principio discursivo de base kantiana entre
el ser y deber ser que no tiene ni tendrá nunca fin ya que es preciso y
necesario siempre revisar los postulados según va avanzando el tiempo.
Hoy puede comprobarse que el ámbito de los
derechos humanos y su necesario reconocimiento en los textos legales de algunos derechos que son llamados de
tercera generación comienzan a ser indispensables. Pero también es muy cierto
que quizá comiencen pronto a verse necesario el desarrollo de otros tantos derechos
que se incluirán en una nueva remesa de
futuros derechos de cuarta generación. ¿Qué si no es el problema
medioambiental, la renovación del concepto del igualdad más allá del formalismo
jurídico para que el papel de la mujer en la sociedad esté definitivamente
equiparado al del hombre, el creciente problema migratorio, la limitación obligada de combustibles fósiles
y la privacidad en un mundo totalmente interconectado?.
Sin olvidar problemas y retos que asoman de
modo muy rápido como la aparición de la inteligencia artificial como nueva
fuerza de trabajo. Hoy derechos que en constituciones como la española de 1978 están
concebidos como principios rectores, puede que sean que en un futuro no muy
lejano deban entenderse como derechos humanos que deben establecerse ya como
derechos fundamentales. Tres menciones a alguno de ellos: el derecho a una
vivienda digna hoy casi inviable para los jóvenes, el derecho a un trabajo
remunerado de modo decente, frente a una precarización patente que va aumentando
de modo galopante por el avance desmesurado de políticas neoliberales radicales
y una posible renta básica frente a la posible desocupación que pudiera traer
el trabajo de los robots. Hoy eso que parecía ciencia ficción hace un par de
décadas es una realidad a las puertas.
Ejemplos como los anteriores, son el territorio
de Javier Muguerza que incluía en su alusión a la Alternativa del Disenso, no
como contraposición enfrentada al consenso sino como complemento precisamente a
este. Es decir el derecho y el respeto a las propuestas minoritarias como
germen de progreso para futuras evoluciones de la ética que puedan trasladarse
al campo real de los hechos mediante el derecho.
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