José Luis López Aranguren señaló acertadamente en las primeras páginas de su libro Ética (Madrid, Alianza Universidad Textos, Madrid, 2005, 11ª reimpr, p.9) que el primer libro de ética y el más importante que se haya escrito nunca ha sido Ética a Nicómaco, como explica posteriormente con ello pretende disipar las dudas que pudieran existir sobre la validez de un modelo de ética anterior al cristianismo, por tanto previo a que la teología ampliase su poderoso manto sobre la práctica totalidad de las humanidades, y que no debe confundirse con el otro modelo ético que confecciona el cristianismo.
Quizá la mayor inteligencia medieval como fue Tomás de Áquino, volvió su mirada, entre otras obras de Aristóteles, a aquella Ética que Aristóteles había escrito cuatro siglos antes de la llegada de Cristo, para tomar una serie de principios que le ayudarían a crear la teoría del nuevo cosmos que pretendía: " la metafísica cristiana del Orden", en el que éste no estaría ya configurado y debiera entenderse por el hombre al modo griego, sino que el universo cristiano sería producto de la acción creadora de un Dios personal que lo rige y lo gobierna.
Sin esa reivindicación del pensamiento griego por este extraordinario pensador cristiano medieval y posiblemente el más grande de todos los tiempos en el campo del cristianismo, la filosofía griega y en concreto el pensamiento de Aristóteles, hubiera tenido menos difusión, ya que determinados elementos de la concepción aristotélica hasta ese momento chocaban con el pensamiento cristiano primitivo.
Así, el concepto de Ley Natural de Tomás de Aquino proviene directamente del que de ella tenía Aristóteles, lo que le permitió crear su concepto de Ley Eterna que habría sido creada por Dios.
El concepto de justicia aristotélico, tanto distributivo como conmutativo, tiene su origen en el planteamiento que realiza sobre el "termino medio" o "justo" al afrontar los problemas vitales que realiza en sus éticas, la de Nicómaco y la Eudemia. No sale sino de ahí la gran rama filosófica que parte del siglo IV A.C,, para que diecesite siglos después, en el siglo XIII, Tomás de Aquino la recupere adaptando varios postulados claves a su concepto del universo creado por Dios.
De ese modo, muchos conceptos de la "vida buena" aristotélica, como la justicia, la equidad, la ponderación, el termino medio, nos han llegado a través de determinados principios que la enorme influencia del cristianismo sin querer en algunas ocasiones ha hecho suyos, en otras escondiendo sus orígenes por temor a que reconocer que determinados conceptos que defendían y propagaban ya estaban contenidos en teorías clásicas paganas y ello hiciera pensar que el cristianismo no tenía un modelo cerrado del cosmos nuevo y explicativo del mundo sin acudir a épocas precristianas.
Esa fue la grandeza intelectual de Tomás de Aquino y a la que hoy se le debe estar enormemente agradecido, que su inteligencia privilegiada comprendiera que antes de Cristo también hubo hombres que pensaron sobre los problemas comunes al hombre, sea de la época que fuera y que entre ellos, hubo alguno como Aristóteles que sin haber conocido a su Dios, al Dios cristiano, supo afrontar intelectualmente y por la vía de la razón los problemas vitales y escribir un tratado sobre ellos.
Hoy en el siglo XXI era de la globalización, tiempo de las diversas crisis como la economica o la de la postmodernidad, en la que el hombre actual duda sobre certezas y en el que no encuentra respuestas válidas desde la teología, la ideología o la política que expliquen congruentemente la problemática actual tras pensarse que la historia había terminado (Francis Fukuyama) y la gran decepción que supone pensar que la historia sigue y los problemas no han acabado, es tiempo quizá de volver la mirada a los clásicos que nos dijeron hace ya más de veinte siglos como debían afrontarse determinados problemas y con qué comportamiento. De eso trata Ética para Nicomaco, solo de ello, pero de nada menos que de ello.
Qué nos dice hoy Aristóteles cuando veinticuatro siglos después nos acercamos a sus páginas y leemos sus reflexiones en Nicómaco? Sólo nos dice que en cualquier aspecto vital que se nos presente hay que pensar, evaluar, comparar y decidir sobre nuestro comportamiento a realizar y como éste va a afectar a otros hombres. Sobre la base de que cualquier comportamiento que realicemos afectaremos a otros, debemos comportarnos, ese es su principal mensaje y que hoy en pleno siglo XXI es vigente.
La ética clásica fundada por Aristóteles presupone la aceptación sin más de los rigores vitales al modo cristiano en el que la pobreza o la injusticia eran una parte de la construcción del mundo sin más?. Radicalmente no. Aristóteles no escribe en Nicómaco un tratado teológico justificativo sobre la teodicea y el mal del mundo. Por el contrario, parte de una premisa vital y que sólo Aquino en el cristianismo vio muchos siglos después y comprendió que era un ideal de su Dios cristiano: la búsqueda de la felicidad.
Para Aristóteles la razón vital, la humana, la luego reivindicada en el siglo de las luces, era suficiente para explicar por qué con determinados comportamientos simples podría actuarse sobre la injusticia vital, pero para ello, había que tener un conocimiento previo de los actos humanos y sus consecuencias sobre los demás y sobre nosotros mismos. A ese conocimiento no se podía llegar sólo por la costumbre o el actuar normal de la vida, por el contrario nos señala que se exige un análisis comparativo entre lo que hacemos y lo que debe hacerse en cada caso. Para él y así se lo dice a Nicómaco, no hay casos iguales, solo hay principios y en ocasiones contrapuestos, por ello hay que encontrar el termino justo para cada caso.
Nos señala algo que veinticuatro siglos despues es vigente, solo ejercitando lo positivo en el hombre y sabiendo lo negativo que tenemos y tienen los otros, puede avanzarse. Por ello, la virtud, el termino justo, el equilibrio, pide a Nicómano que lo fomente. El sabe que si se abandonan los principios de acuerdo a lo que deseamos rápido o a lo más fácil, el resultado es nefasto.
Volviendo atras, varios siglos despues de Aquino, en el XVII, otro portento intelectual como Thomas Hobbes reconoció que el ideal ético no había calado en el hombre y que tanto Aristóteles, como Aquino no habían sino puesto las bases para que determinados comportamientos debieran ser realizados, pero que en el caso de alguno de ellos, deberían ser impuestos por el bien común y confesó que creía que el "hombre era un lobo para el hombre", por ello, necesitaba realizarse un pacto de protección entre ellos, o lo que es lo mismo, que determinados comportamientos de justicia y de reciprocidad con los otros hombres debían ser exigidos aún por la fuerza. Ahí nació la teoría del Derecho del contrato social desde el Derecho Natural superando definitivamente la pretendida unión entre el poder y Dios, ya que reconoce que el Derecho natural sólo no sirve, la ética y los principios están pero no se respetan y hay que ejercer un poder coercitivo, El Derecho, por el Estado.
Hoy, la crisis del Estado es patente. Su poder que parece omnímodo, por el contrario es fragmentario. La complejidad del mundo, los Estados han dejado parte de su poder a estructuras supraestatales en construcción y sin rumbos diáfanos. Los peligros se multiplican, desde el aspecto social como inmigraciones incontroladas que generan tensiones como tentaciones de regreso a ideas totalitarias excluyentes. Por otra parte, el primer mundo asiste impasible a como verdades inmutables hasta el finales de siglo XX, parecen tambalearse, así acontece con los Derechos sociales, el pleno empleo, el crecimiento que genera riqueza y por tanto, el progreso se ve con incertidumbre.
Poco parece que puede hacerse volviendo a los principios que el estagirita Aristóteles nos enseñó desde esa perspectiva podría pensarse. Pero no es cierto. Las superestructuras sociales, las grandes construcciones politico-sociales, tienen como base sencillos principios básicos que allí ya estaban: la solidaridad, el bien común, la contribución al crecimiento de la ciudad, las obligaciones con otros, el termino medio, la huida de comportamientos radicales.. todo ello está en Nicomaco. Sólo hace falta adentrase poco a poco en sus páginas.
Posiblemente nadie que haya leído o vaya a leer Ética a Nicómaco haya salido igual que antes que entró, ni saldrá cuando lo lea, ya que siempre que vaya a actuar de una manera que su conciencia le recuerde que quizá no es lo justo, recordará a Aristóteles y al menos dedicará unos segundos a reflexionar si como va a actuar es adecuado. Con ello vale.
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