"las leyes de naturaleza (tales como las de justicia, equidad, modestia, piedad y, en suma, la de haz a otros lo que quieras que otros hagan para ti,) son, por si mismas, cuando no existe el temor a un determinado poder que motive su observancia, contrarias a nuestras pasiones naturales, las cuales nos inducen a la parcialidad, al orgullo, a la venganza y a cosas semejantes" (Hobbes, T; Leviathan, Sarpe, Madrid, 1983, p. 175).
Con estas palabras Thomas Hobbes ( Wesport 1588, Harwick Hall 1679) reconoce la evidencia del incumplimiento de las leyes de la naturaleza, que hasta ese momento nadie había reconocido abiertamente. Esas leyes de la naturaleza, las de la buena vida, las que eran en la época celosamente trasmitidas y guardadas como suyas por el Evangelio cristiano, pero que ya habían sido objeto de análisis por los clásicos griegos, magistralmente por Aristóteles, no eran suficientes para mantener el orden social mínimo para que la justicia, tal como la entendía Hobbes, se cumpliera, y por el contrario su contraria, la injusticia, iba tomando mayor cuerpo de naturaleza en lo social.
Qué entendía Hobbes por justicia?: "que los hombres cumplan los pactos que han celebrado. En efecto, donde no ha existido un pacto, no se ha transferido ningún derecho, y todos los hombres tienen derecho a todas las cosas. Pero cuando se ha hecho un pacto, romperlo es injusto" (op.cit., p.153).
Posiblemente en la historia de la filosofía y, más específicamente, en la Filosofía del Derecho no exista una definición más clara, sencilla y equitativa de justicia. Hobbes reconoce su deuda con la interpretación clásica de justicia: " la voluntad constante de dar a cada uno lo suyo" (op.cit., p. 154).
Sin embargo, Hobbes, implícitamente reconoce la insuficiencia de las palabras: "los pactos que no descansan en la espada no son más que palabras, sin fuerza para proteger al hombre en modo alguno" (op.cit., p.175) . Del mismo modo, reconoce con una claridad impropia para la época que" la perversidad triunfante ha logrado el nombre de la virtud" (op. cit., p. 155), ya que previamente señala que:"los necios íntimamente creen que Dios no existe" (op. cit., p. 154).
Con ello, pone en crisis el pensamiento que ya comenzaba a dar signos de debilidad y era: que el Derecho Natural era insuficiente para gobernar a los hombres y al ser un Derecho aprehendido por la razón (Tomás de Áquino) podía aceptarse como el que había que seguir para conseguir el ideal justo". Con ese razonamiento la Iglesia entendía que era intérprete de ese Derecho, con lo que la separación Iglesia-poder civil, cualesquiera que fuese, no tenía sentido. Hobbes quiebra definitivamente esa idea.
Así, para Hobbes no podía hablarse de justicia, si previamente no se se había establecido un acuerdo entre los hombres y que éste estuviera sujeto por un poder coercitivo que impeliera a su cumplimiento, ya que nada podía establecerse a priori sin un pacto previo, el contrato, entre los hombres.
Realmente el cambio de pensamiento que impone Hobbes es abismal, ya que aún reconociendo el Derecho Natural, explícitamente viene a reconocer que hay muchas cosas que ese Derecho no regula y, que por tanto, deben ser reguladas por el pacto entre los hombres. La complejidad de la vida social comienza a aparecer con toda su crudeza.
Por otra parte, Hobbes señala que : "nada es de cada hombre si no existe la propiedad" y :"donde no existe un poder coercitivo, un Estado, no hay propiedad" (op. cit., 154). Es la teoría que en la actualidad Richard Pipes desarrolla magistralmente en Propiedad y Libertad (Turner, 2002).
Con esas ideas básicas que desarrolló en el Leviathan, Hobbes le dice a la sociedad de su época y a la futura que con buenas intenciones no es suficiente para gobernar la vida de los hombres. Reconoce que una gran cantidad de ellos abiertamente incumplen los principios básicos de la razón y el buen comportamiento, ya que su única razón es la maximización de su interés y que entienden como única razón válida, valga la redundancia (Algo que sigue siendo de plena actualidad y que ha dado lugar a teorías filosófico-políticas cuyo principal principio es ese). Por ello, estima que es necesario el Estado y con independencia clara de los asuntos del espíritu, la Iglesia, ya que el gobierno de los hombres y de sus pactos que realicen a posteriori, debe desde luego seguir los principios del Derecho Natural, pero este es insuficiente.
Un observador actual que leyera la obra de Hobbes, podría pensar que seguía creyendo en el Derecho Natural, y que por tanto seguía creyendo en una ley Divina que debían aceptar todos. Igualmente podría pensar que ya la monarquías totalitarias existían y que Hobbes lo que hacia era precisamente dotarlas de carta de naturaleza. Nada más lejos de ello.
Hay que situar el contexto donde Hobbes escribe y su época y pensar que por menos mandaban a gente a las hogueras por herejes o anticristos. Nada era fácil entonces. Por tanto, Leviathan fue una obra moderna para su contexto y revolucionaria. De hecho le granjeo graves problemas con Cromwell y hasta con su pupilo Carlos II.
Analizando más en profundidad que dijo Hobbes la propuesta de su pensamiento era de un salto copérnicano para la época. Nada menos, que es el primero que viene a decir que el poder político del Estado y el de la Iglesia pueden coexistir pero tienen naturaleza distinta. El poder del Estado no reside en la voluntad divina, como el de la Iglesia, por el contrario reside en un pacto entre individuos que lo realizan libremente y le otorgan carta de naturaleza. Hasta ese momento esa propuesta era desconocida. Otorgaba carta de naturaleza, a la voluntad de los individuos, no a la voluntad de Dios. Todo ello, aún a caballo del final de la baja Edad Media. Es decir, implícitamente, crítica la monarquía absolutista, prefiriendo un Estado que surge de un pacto de los individuos, con un omnímodo poder ese Estado, sí, pero que surge de un pacto, no de una tradición monárquica. Es el cimiento de los próximos Estados modernos.
Igualmente, reconoce la insuficiencia del Derecho Natural, no dice que no valga, que es insuficiente. ¿Se puede entender mayor arrojo en una época en que la Iglesia era el brazo intelectual del Derecho en el que se apoyaba la monarquia totalitaria?.
Nuevamente, surgieron en años y siglos posteriores quienes criticaron contundentemente ese supuesto Estado Totalitario que diseñara Thomas Hobbes. Precisamente sus críticos, partían de los lineas intelectuales conservadoras de la Iglesia y de la sociedad y en gran medida en las monarquías totalitarias, que veían en la insistencia contractual de Hobbes una crítica directa a su poder.
En la idea de Hobbes iba la génesis que le llevaría definitivamente a perder el poder temporal a la Iglesia en los Estados Modernos. Por ello, su superficialidad en la crítica no logró ni en épocas de control intelectual que Hobbes siguiera enviando su mensaje de libertad intelectual para elegir entre iguales ceder a un poder superior la defensa de sus intereses. No es eso el germen de una democracia impensable para la época? dar la palabra a otros distintos al rey y a la Iglesia en un pacto en que estos dos no intervinieran?.
Hobbes escondió muy bien su mensaje en su gran libro Leviathan para protegerse, pero contenía suficientes ideas novedosas y revolucionarias para que solo cien años tras su muerte estallará sobre la bases de la decisión de su destino por el pueblo, la Revolución Francesa de 1789, en la que otro contractualista Rousseau puso al día para el hombre de su época muchas de las ideas de Hobbes. Esa es la linea contractualista que ha llegado a nuestra época y que culmina con los Derechos Políticos y Sociales de la segunda mitad del siglo XX como Derechos humanos del hombre del siglo XX.
Pero Hobbes ya se había vengado, criticó en su época a todos los poderes que existían y lo realizó con tal altura intelectual que muchos de ellos no comprendieron hacia dónde se dirigía su pensamiento.
Hoy cualquier contractualista o que crea en el diálogo entre clases sociales o si se prefiere en terminología menos marxista, en el diálogo entre diferentes concepciones sociales debe rendir tributo a Thomas Hobbes.
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